Curriculum
Opinión

La música como instrumento de salud

José Vicente González Bethecourt
15/03/2020
La música como instrumento de salud

La vida no es una cuestión de tiempo, sino de la intensidad con la que se vive ese tiempo (Albert Schweitzer)

No digo que la música cure enfermedades, y si las cura, no se puede demostrar que lo haga como tratamiento científico, pero lo cierto es que, cuando, por ejemplo, nos encontramos con una tuna y nos paramos a escucharla y verla, nuestro semblante se alegra. Cierto que la tuna más aplaudida suele ser la de Medicina, y perdonen las otras tunas, pero es que sucede así en la querida Universidad de La Laguna. Por algo será.

Y no es que sea precisamente la tuna el ejemplo más acertado de mejor música, pero muy alegre y divertida sí que es, llamando la atención que los estudiantes de medicina y otras ciencias de la salud, a los que se supone tranquilitos y entregados a una carrera tan vocacional, sin embargo, a la hora de un buen jolgorio, no se quedan atrás. Los médicos tampoco.

Muchos son los médicos que se entregan a la música, bien como oyentes y aficionados, o como intérpretes, o ambas cosas, y hasta los hay compositores. En nuestro terruño, cuando vamos al auditorio o a los conciertos, siempre hay médicos, si bien nos repetimos, existiendo en otros lugares orquestas de médicos, y aunque se trate de un conjunto modesto, en el Colegio de Médicos de Santa Cruz de Tenerife unos cuantos hacen sus pinitos.

Y a otro nivel, médicos-músicos a lo largo de la historia tenemos unos cuantos, uno de ellos en el siglo XVI es el poeta inglés de la época isabelina Thomas Campion, destacado compositor de música vocal. También el compositor ruso Aleksander Borodin, médico y químico, hijo ilegítimo de un príncipe. Un caso diferente fue el autor de la Sinfonía fantástica, Héctor Berlioz, hijo de médico, que, aterrado ante la disección de cadáveres en las clases de anatomía, no pudo con la carrera.

Nacido en Alemania en 1875, el médico, filósofo, teólogo, músico y Premio Nobel de la Paz en 1952, Albert Schweitzer, de espíritu renacentista, magnífico pianista, consideró que “la vida no es una cuestión de tiempo, sino de la intensidad con la que se vive ese tiempo”.

Pero además de la música clásica, muchos médicos han cultivado el jazz, el rock, el blues o el flamenco, acompañados de guitarra o saxo, y así, un médico especialista en Otorrinolaringología, Jorge Drexler, es un conocido compositor de música popular, ganador del Óscar a la mejor canción original en 2004 por Al otro lado del río. En La Orotava tenemos a otro otorrinolaringólogo, Pedro Eustaquio Pérez García, entregado en cuerpo y alma a los boleros. Sin olvidar a otro médico, José Miguel Monzón Navarro, más conocido por el Gran Wyoming, humorista, presentador de televisión, actor, músico, escritor y columnista, que comenzó tocando en el grupo Paracelso y con el Maestro Reverendo en la movida madrileña del recordado alcalde Enrique Tierno Galván.

Y es que al fin y al cabo Música y Medicina buscan lo mismo, la felicidad, y ésta da salud, y por eso se habla de musicoterapia ante la creencia de que la música pueda tener algún efecto curativo, observándose con ella en algunos casos cambios en la actividad cardiaca, presión arterial y los movimientos respiratorios, de tal forma que con la música vibrante aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria más que con la relajante. Bienvenida sea para buscar relajación, concentración o tranquilidad en patologías psiquiátricas, neurológicas o cardíacas, si es con rigor. Pero creer que la música pueda curar un infarto, eso no.

Pero el uso de la música como técnica terapéutica está de moda, despertando interés progresivo, sobre todo para las carencias en la educación emocional de niños y adolescentes, donde podrían ayudar los programas de musicoterapia en los centros educativos, ya que la salud emocional es fundamental para el ser humano, sin la cual todo lo demás cae por su base, y en ese sentido se están desarrollando técnicas de ayuda a niños de preescolar con problemas, como en el caso de hijos de padres separados.

De la música ruidosa, la de sonidos estridentes, desordenados y desagradables al oído y al cerebro, que también la hay, hoy mejor no hablemos.